quinta-feira, 31 de julho de 2014
quarta-feira, 30 de julho de 2014
“Es muy
aburrido para los niños
tener que
darles una y otra vez explicaciones”
Hace
unos años escuché que la amistad era el vínculo más importante que se podría
generar entre las personas. Me acuerdo que poníamos como ejemplo las
conversaciones entre el principito y el zorro, de que uno es “responsable para
siempre de lo que ha domesticado” (en mi idioma materno se tornaba aún más
bonito pues la palabra “domesticado” se cambia para el término “cautivado”). Y
hoy me pregunto si uno es realmente responsable por el otro o si tal
responsabilidad es eterna, si ese vínculo que surge entre dos personas (o entre
un principito de otro planeta y un zorro) es lo más importante que puede
existir entre dos personas.
Creo
que lo más fuerte en todo ese universo que surge entre dos (o más) personas
puede sintetizarse en otra frase del mismo libro de Saint-Exupéry, también muy
conocida y ya tornada clásica (o viral) en las redes sociales, que “lo esencial
es invisible para los ojos”, aun que yo sigo prefiriendo la frase inmediatamente
anterior a esa: “sólo con el corazón se puede ver bien”. Sí, creo que más
fuerte que pensar en ser responsable por lo que he cautivado es que mis miopes
ojos no pueden ver (y comprender) bien lo esencial. Que el verdadero y más
fuerte vínculo entre las personas es incomprensible y, por ser incomprensible,
tampoco se puede explicar o encontrar.
Y
descubrí eso encontrando y desencontrando personas que creía ser responsable y
que pensaba haber un vínculo “sobrenatural”, personas que llamé de amigos y
compañeros. Hoy creo que las frases de Saint-Exupéry fueron mal interpretadas
en mi confusa cabeza (aún que “El Principito” siga en primero lugar de mis
libros favoritos), que me fui unos buenos pasos después de donde podría haber
ido, que esperé mucho más de los que los principitos (o zorros) podrían
acompañarme. Pero el escritor y aviador francés no tiene ninguna culpa de me
haber confundido, y las personas que estaban en mi entorno tampoco tiene culpa
por esa confusión. En verdad creo que la culpa no es de él, ni de ellos,
tampoco mía. No hay culpables o víctimas, solo aprendices.
Personas
que aprendemos que uno está unido a otro sin responsabilidades sobre el otro;
personas que aprendemos que mismo que intentemos ver o ser vistos, algunos
detalles sólo pueden ser vistos por nuestros corazones que muchas veces cargan
con unas cicatrices que otros no pueden comprender; personas que aprendemos que
a veces no valga la pena buscar un “amigo” si no se cree en el verdadero
sentido de la amistad; personas que aprendemos que a un paso se sigue otro paso
y que muchas veces eses pasos son dados en soledad; personas que aprendemos que
mismo que se haga el máximo para ver la alegría del otro, la respuesta casi
siempre viene como una reclamación, una busca de defectos, una cobranza más,
una insatisfacción; personas que aprendemos que a veces por más que no se
quiera encontrar un nuevo zorro (o principito) en el camino, ellos van seguir
surgiendo y cautivándonos (o domesticando en algunos casos).
Puede
que lo más importante en todo eso sea que sobre mi cabeza vuela una bandada de
pájaros que me pueden llevar a un nuevo planeta, donde puedo encontrar a un rey
soberano, a un contador incansable, a un farolero, a un zorro o aun principito
que esté dispuesto a ver la puesta del sol cuarenta y tres veces a mi lado.
No…
en verdad creo que nada de eso tiene mucho sentido, pues mi corazón no puede
ver bien nada de eso y ya estoy muy grande para comprender algo de la amistad…
Así que la frase que mejor representa lo que entiendo yo sobre amistad es que
“las personas mayores nunca pueden comprender algo por sí solas y es muy
aburrido para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones”.
Quisiera ser niño otra vez para intentar comprender lo que me confundió en el
pasado.
Gabriel Felipe Oberle
sábado, 26 de julho de 2014
Encontros...
Aquarelas que fiz com alguns desenhos do artista Claudio Pastro e com alguns meus também:
Desenho original: Claudio Pastro
Desenho original: Gabriel Oberle
Desenho original: Claudio Pastro
Desenho original: Claudio Pastro
Desenho original: Gabriel Oberle
Desenho original: Gabriel Oberle
Desenho original: Claudio Pastro
Desenho original: Gabriel Oberle (inspirado em um desenho de Gustavo Hanna)
domingo, 20 de julho de 2014
Yo (y más dos) en la orilla del
lago
Hace algunos días, tuve la
posibilidad de pasar una semana en una cada a la orilla de un lago. Las
anheladas vacaciones habían llegado. Descanso, noches muy bien dormidas, buenas
películas (algunas en verdad no tan buenas así), tiempo para dibujar, pintar y
leer, una bella vista para fotografías y un lago. Creo que lo más fuerte
realmente era el lago, allí en mi frente, tranquilo, en paz y agrandándose a
cada día. Agrandando, pues él estaba con poco agua cuando llegamos y durante la
semana se llenó unos buenos pasos en nuestra dirección.
En una de las tardes decidimos
“salir” a pescar (después de una tentativa de “navegar” en un bote chico que,
mismo con un óptimo resultado, tuve la sensación de que el bote se iba volcar y
solo cuando ya estaba en el medio del lago, solo, en un bote de plástico, me
acordé de que no tenia puesto el chaleco salva vidas – que bueno que mi mamá no
sabe leer en español). La idea fue tan buena y con resultados tan malos que
decidimos comprar tebo y aceptamos que pan mojado no atrae al pez y que él se
disuelve al primer minuto dentro del
agua.
Y allá estábamos, yo y más dos
hermanos de comunidad (sus nombres se mantendrán en sigilo por respecto a sus
dignidades de pesca, pero me atrevo a decir que uno estaba en su país natal y a
otro le encanta la chipa, basta mirar las fotos ahora). El frío ventaba sobre
nosotros, la oscuridad no me permitía ver más que tres metros del agua (puede
que sea porque soy miope o porque todavía no salía la luna, da lo mismo). Y
nosotros no fuimos capaces de tirar en anzuelo a más de cinco metros de
distancia, mismo con un buen equipaje de pesca. La única posibilidad era entrar
en el agua, pero el frio e el agua unidos se tornan “agua fría” y esas dos
palabritas son suficientes para cambiar cualquier deseo de pescar.
Bueno, dejando de lado un poco
las decepciones en la pesca, vuelvo al tema del lago, ya que era él mi gran
tema en aquella semana. Me llamaba atención como puede existir una imagen tan
bella como esa: una gran porción de agua en paz con un marco de montañas e el
sol haciendo el juego de luces entre el amarillo y el rojo en el azul del cielo.
¿Cómo puede algo tan majestoso estar en tanta paz? A mí también me encanta el
mar, pero él posee una vida propia y distinta con sus olas. Ya los lagos
transmiten paz. Y mismo cuando reciben sus visitantes en el verano, con sus
lanchas y esquís acuáticos, se agitan y luego vuelven a tener un tranquilo
espejo sobre si.
Mucha vida sobre sí con los
pájaros y nosotros (que intentamos sacarlo de su paz). Mucha vida dentro de sí
con los peces que no vemos (y tampoco logramos pescar). Mucha vida dentro de mí
al reconocer que no soy nada delante de algo como él.
Quisiera subir en el barquito que
está ancorado en mi corazón (que creo ser más confiable que aquél bote
amarillo) y lanzarme en el lago que está delante de mis ojos o, al menos no
limitarme a quedarse en la orilla por miedo del “agua fría” de la vida y
adentrarme unos cuantos metros a pata pelada sintiendo entre los dedos del pie el
barro que sostiene esa vida y en mis frágiles piernas esa “agua fría” que nada
más es que la vida. Basta algunos minutos con el agua hasta las rodillas para
acostumbrarse al frío y sentirse dentro de la vida. Y si la vida me enviar un
resfriado, el me recordará lo bueno que es empaparme de vida.
Y a mis hermanos (que no revelaré
sus nombres, sólo puedo decir que uno es tocayo del hijo de Dios y el otro el
que se quedó al pie de la cruz del anterior) espero que en la próxima al menos
logremos pescar algo y no solo ahogar los pequeños gusanitos en nuestros
anzuelos.
Como visto, eramos cinco. Pero los otros dos no se animaron al intento de pescar. Así que no los cito como personas directamente participantes del ocurrido. Aún que fueron de suma importancia al contexto general de la semana.
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