“Es muy
aburrido para los niños
tener que
darles una y otra vez explicaciones”
Hace
unos años escuché que la amistad era el vínculo más importante que se podría
generar entre las personas. Me acuerdo que poníamos como ejemplo las
conversaciones entre el principito y el zorro, de que uno es “responsable para
siempre de lo que ha domesticado” (en mi idioma materno se tornaba aún más
bonito pues la palabra “domesticado” se cambia para el término “cautivado”). Y
hoy me pregunto si uno es realmente responsable por el otro o si tal
responsabilidad es eterna, si ese vínculo que surge entre dos personas (o entre
un principito de otro planeta y un zorro) es lo más importante que puede
existir entre dos personas.
Creo
que lo más fuerte en todo ese universo que surge entre dos (o más) personas
puede sintetizarse en otra frase del mismo libro de Saint-Exupéry, también muy
conocida y ya tornada clásica (o viral) en las redes sociales, que “lo esencial
es invisible para los ojos”, aun que yo sigo prefiriendo la frase inmediatamente
anterior a esa: “sólo con el corazón se puede ver bien”. Sí, creo que más
fuerte que pensar en ser responsable por lo que he cautivado es que mis miopes
ojos no pueden ver (y comprender) bien lo esencial. Que el verdadero y más
fuerte vínculo entre las personas es incomprensible y, por ser incomprensible,
tampoco se puede explicar o encontrar.
Y
descubrí eso encontrando y desencontrando personas que creía ser responsable y
que pensaba haber un vínculo “sobrenatural”, personas que llamé de amigos y
compañeros. Hoy creo que las frases de Saint-Exupéry fueron mal interpretadas
en mi confusa cabeza (aún que “El Principito” siga en primero lugar de mis
libros favoritos), que me fui unos buenos pasos después de donde podría haber
ido, que esperé mucho más de los que los principitos (o zorros) podrían
acompañarme. Pero el escritor y aviador francés no tiene ninguna culpa de me
haber confundido, y las personas que estaban en mi entorno tampoco tiene culpa
por esa confusión. En verdad creo que la culpa no es de él, ni de ellos,
tampoco mía. No hay culpables o víctimas, solo aprendices.
Personas
que aprendemos que uno está unido a otro sin responsabilidades sobre el otro;
personas que aprendemos que mismo que intentemos ver o ser vistos, algunos
detalles sólo pueden ser vistos por nuestros corazones que muchas veces cargan
con unas cicatrices que otros no pueden comprender; personas que aprendemos que
a veces no valga la pena buscar un “amigo” si no se cree en el verdadero
sentido de la amistad; personas que aprendemos que a un paso se sigue otro paso
y que muchas veces eses pasos son dados en soledad; personas que aprendemos que
mismo que se haga el máximo para ver la alegría del otro, la respuesta casi
siempre viene como una reclamación, una busca de defectos, una cobranza más,
una insatisfacción; personas que aprendemos que a veces por más que no se
quiera encontrar un nuevo zorro (o principito) en el camino, ellos van seguir
surgiendo y cautivándonos (o domesticando en algunos casos).
Puede
que lo más importante en todo eso sea que sobre mi cabeza vuela una bandada de
pájaros que me pueden llevar a un nuevo planeta, donde puedo encontrar a un rey
soberano, a un contador incansable, a un farolero, a un zorro o aun principito
que esté dispuesto a ver la puesta del sol cuarenta y tres veces a mi lado.
No…
en verdad creo que nada de eso tiene mucho sentido, pues mi corazón no puede
ver bien nada de eso y ya estoy muy grande para comprender algo de la amistad…
Así que la frase que mejor representa lo que entiendo yo sobre amistad es que
“las personas mayores nunca pueden comprender algo por sí solas y es muy
aburrido para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones”.
Quisiera ser niño otra vez para intentar comprender lo que me confundió en el
pasado.
Gabriel Felipe Oberle
Sem comentários:
Enviar um comentário